Programa Universitario de Investigación sobre Riesgos Epidemiológicos y Emergentes

 

El ciudadano atento 

HIJOS DE BABEL (primera parte)

Dr. Luis Muñoz Fernández 

No revelaré nada nuevo y mucho menos sorprendente si digo que desde niño me han fascinado las palabras. Mis padres y abuelos, que por la Guerra civil española no pudieron más que estudiar lo básico, siempre se preocuparon para que a mi hermano y a mí no nos faltasen los libros. Recuerdo numerosos momentos de mi infancia sentado hojeando uno de aquellos tomos de la Enciclopedia Universal Sopena que tanto me entretenían y enseñaban. Considerada por la familia una adquisición valiosa, aquella enciclopedia y la reunida en entregas semales Salvat Junior viajaron con otros enseres domésticos ocultas en los huecos de las grandes cajas en las que máquinas textiles atravesaron en barco el océano Atlántico desde España hasta México, para terminar en la biblioteca del hogar familiar en donde aún siguen. Biblioteca que mis hijos llamaban cuando niños “la biblioteca mágica de papi”.

Ricardo Soca (Montevideo, 1942) es lingüista, periodista y coleccionista de palabras, además de creador de la página electrónica https://www.elcastellano.org, recomendada como referencia por el Instituto Cervantes, con su gustado servicio “La palabra de día”, con miles de suscriptores que reciben por correo electrónico un boletín diario con el significado, el origen y la historia de alguna palabra de nuestro idioma. En el primer tomo de su obra La fascinante historia de las palabras (Associação Cultural Antonio de Nebrija, 2004) nos dice lo siguiente: “Cuando gritamos de rabia o dolor, no importa en qué lengua lo hagamos, recurrimos a vocablos que un día fueron gritados por un guerrero asiático, tal vez desde el lomo de un elefante, por un soldado espartano bajo la espada enemiga o por un legionario romano en los confines del Imperio”.

¿Qué nos quiere decir Ricardo Soca? Que nuestro idioma está emparentado con otros muchos y que todos ellos se originaron de una lengua antiquísima cuya cuna sigue siendo objeto de fuertes disputas académicas: el protoindoeuropeo.

De la misma manera que el exceso de celo religioso y la interpretación literal de las Sagradas Escrituras llevaron a John Lightfoot (1602-1675), vicecanciller de la Universidad de Cambridge, a decir con temeraria exactitud que la creación del mundo ocurrió a las 9 de la mañana del 23 de octubre del año 4004 antes de Cristo, hubo un tiempo en el que bajo la influencia de las mismas creencias se pensó que el idioma original del género humano había sido el hebrero, y que tras lo sucedido en la Torre de Babel surgieron las demás lenguas que se extendieron por todo el orbe. También tomando como referencia la Biblia, se llegó a a creer que los pueblos indoeuropeos y sus lenguas descendían de Jafet, uno de los tres hijos de Noé.

En los últimos tres siglos se empezó a escribir una historia distinta gracias a los estudios lingüísticos, arqueológicos, geográficos, antropológicos y, más recientemente, paleogenéticos. Pese a todo ello, persiste el misterio de la cuna del protoindoeuropeo, aunque en la actualidad el área geográfica de su nacimiento está más acotada y es mucho más verosímil. Dos áreas posibles o las dos juntas: la península de Anatolia, en la actual Turquía, y la estepa póntica, que se extiende desde la Europa oriental hasta el Asia Central, al norte del Mar Negro y del Mar Caspio. Una región fascinante. No sólo la cuna geográfica del protoindoeuropeo, sino de la civilización occidental. Un puente que unió en la antigüedad Oriente con Occidente, paso obligado de la Ruta de la Seda al pie de imponentes macizos montañosos en el Asia Central; desde China al Asia Menor, incluyendo Irán y la India.

El asunto no es menor. El arqueólogo James Patrick Mallory, profesor emérito de Arqueología Prehistórica en la Queen’s University de Belfast, Irlanda del Norte, señala lo siguiente en su libro Indoeuropeos. La revolución científica que está reescribiendo la historia (Desperta Ferro Ediciones, 2025): “Más de tres mil millones de personas, aproximadamente la mitad de la población de la Tierra, habla lenguas surgidas a partir de una única raíz común conocida como protoindoeuropeo, que dio lugar a una familia de cientos de lenguas diferentes”.

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