El ciudadano atento
Cacocracia
Dr. Luis Muñoz Fernández
En más de una ocasión he citado en esta espacio al escritor y cronista argentino Martín Caparrós. Diría que en los últimos años, tal vez espoleado por la esclerosis lateral amiotrófica que lo ha condenado a muerte, ha desplegado la notable encomienda de dejarnos pistas para que entendamos este mundo de hoy que cada día se vuelve más indescifrable y oscuro. Yo se lo agradezco de todo corazón porque no sólo lo ha hecho a través de libros tan originales como El mundo de entonces. Una historia del presente (Random House, 2023), su autobiografía Antes que nada (Random House, 2024), escrita bajo la sombra de una enfermedad que lo va devorando poco a poco y, Sindiós. ¿Para qué sirve creer en lo increíble? (Debate, 2025), en donde asoma su ateísmo y dice:
“Vivimos en una sociedad que a menudo se siente fracasada –democracias rotas, líderes estúpidos, futuros turbios, las famosas fake news o sea: mentiras. Y sin embargo nada parece una evidencia tan clara del fracaso como esta cifra confusa pero vergonzosa que dice que ocho o nueve de cada diez seres humanos siguen creyendo en la existencia de algún dios. Hace un siglo muchas personas suponían que a esta altura esa ficción ya habría quedado atrás, pero no: la enorme mayoría de nosotros sigue viviendo bajo en poder de algún Ser Superior.
(Y después nos sorprendemos de que le crean a Trump o a Musk o a Milei o a cualquier terraplanista antivacunas. Comparado con creerles a un dios y sus R.R.P.P. [Relaciones Públicas, es decir, sacerdotes, ministros, imanes, rabinos, etc., la aclaración es mía], creerle a Meloni es casi escepticismo)”.
Decía que no sólo a través de sus libros nos está dejando un legado para que podamos desentrañar el presente. En enero de este 2025, colaborando con Miguel Rep, dibujante y caricaturista argentino, Martín Caparrós ha publicado en El País una serie de videocolumnas titulada Cacocracia (algo así como “el gobierno de los peores o de los malvados”). La última y octava, el epílogo, apareció apenas el pasado jueves 24 de julio. Dedicó cada una de la siete anteriores a esos “líderes estúpidos” de los que escribe: 1.-Donald Trump, 2.-Javier Milei, 3.-Benjamin Netanyahu, 4.-Giorgia Meloni, 5.-Vladimir Putin, 6.-Nayib Bukele y, 7.-Adolf Hitler (que llama Huettler, una de las variantes de funesto apellido). Son pequeños videos en los que su voz (y su imagen al final) fluye a la par que el dibujante va ilustrando sobre la marcha el punzante relato de esta pandilla de siniestros chorizos (forma ibérica coloquial de llamar a los rateros que, en este caso, son mucho más que eso).
Nos interesa lo que dice de Hitler porque el paralelismo entre su ascenso al poder por la vía democrática y lo que está sucediendo en nuestra época “nos tiene cagados de miedo” (Caparrós dixit). Al final de esa videocolumna afirma que Hitler llegó a gobernar “gracias a la estúpida confianza de muchos políticos y la astuta codicia de muchos empresarios”. Así fue y parece que hoy lo vuelve a ser. Basta recordar a Trump y su corte de grandes empresarios de la industria tecnológica.
Si uno desea recrear aquel 20 de febrero de 1933, cuando un grupo compacto de los 24 industriales más ricos y poderosos de Alemania (Krupp, Opel, Siemens, Quandt, etc.) se reunió con Aldolf Hitler, nombrado poco menos de un mes antes nuevo Canciller de Alemania, para ofrecer su apoyo y dinero al emergente Partido Nazi, le recomiendo que lea la deliciosa descripción que de todo ello hace el escritor francés Éric Vuillard en El orden del día (Tusquets, 2018).
Aquel grupo de ricachones hereditarios financió al naciente gobierno de fanáticos y asesinos y se enriqueció todavía más con el trabajo, el sufrimiento y la muerte de la mano de obra esclava facilitada por los campos de concentración del Tercer Reich. Y hoy sus descendientes se siguen dando la gran vida en una Alemania supuestamente arrepentida de su pasado, como si su cuantiosa fortuna no estuviese manchada de la sangre de tantos inocentes. Ahí tienen ustedes sus prósperas empresas: Varta, BASF, Bayer, Agfa, Opel, BMW, IG Farben (¡oh, Auschwitz!), Siemens, Allianz, Telefunken.
Concluye Martín Caparrós: “La estúpida confianza, la astuta codicia… esas cositas”.
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