El ciudadano atento
Peccata minuta
Dr. Luis Muñoz Fernández
Uno a veces adopta rasgos sugeridos por otros que por alguna razón le resultan atractivos o convenientes. Así, por ejemplo, navego con bandera de culto porque eso se dice de mí pero, en realidad, al mirarme en el espejo de otros cuya fama de cultos es verdadera, me doy cuenta que no lo soy en realidad. Sé que es difícil resistirse a fingir cuando eso nos puede granjear la admiración ajena.
En ese sentido, por años se me tuvo por modelo de corrección en el habla y la escritura y como en la medicina académica hay tanta oportunidad de demostrarlo, acabé ganándome el sambenito de corrector de estilo, licencia que ejercí en cuanta ocasión propicia tuve, en especial durante las sesiones y las clases que, como acabo de decir, son frecuentes entre los médicos.
Incluso en algún momento ciertos colegas manifestaron, más en broma que en serio, el temor de exponer un tema en mi presencia. Si mi propósito original fue enseñar la expresión correcta, los señalamientos que hacía acabaron por tener un efecto inhibidor, contrario al propósito que perseguía y, además, en no pocas ocasiones me hicieron antipático. Por eso y tras meditarlo detenidamente, decidí desde hace tiempo guardarme mis comentarios o, en todo caso, ya no hacerlos en público, buscando el momento propicio para decírselos en privado al disertante.
Sin embargo, esa labor censora de la que no me ha sido posible desprenderme por completo, ahora la concentro casi exclusivamente en mi persona. Para los demás, indulgencia amplia calificando los yerros ajenos, ya sean orales o escritos, como pecatta minuta, es decir, errores o faltas leves, cosas sin importancia. Las únicas excepciones a no intervenir son el prever que dejar pasar el error puede tener consecuencias graves o delicadas o el encontrarse en compañía de seres queridos y auténticos amigos con los que se puede tener confianza, compensión, paciencia y tolerancia.
En esta labor de fijarse en uno mismo y mirar menos afuera que facilita la edad que voy alcanzando, busco referencias que me guíen. Las encuentro en aquellos filósofos que las expresaron o expresan siendo viejos, cuando se puede gozar la libertad de no dar tantas explicaciones a los demás y examinar la propia vida para, ahí sí, ser implacables a la par de comprensivos con los errores cometidos, que suelen ser muchos, como corresponde al animal imperfecto que somos. El que no los encuentra o bien es un cínico o un incompetente en el arte de vivir, es decir, un tonto.
No se trata de renunciar a la observación crítica del mundo y sus actores –mal haríamos–, sino en guardarse esas observaciones para la mejora de uno mismo. Tal como lo señalaba Schopenhauer en Senilia. Reflexiones de un anciano (Herder, 2010):
“Quien somete a otros a crítica trabaja en la mejora de sí mismo. O sea, quienes, en silencio y en su interior, tienen la inclinación y la costumbre de someter a atenta y aguda crítica el comportamiento exterior y, en general, las acciones de los demás, trabajan de ese modo en su propia mejora y perfeccionamiento. En efecto, poseerán suficiente justicia, o bien orgullo y vanidad, como para evitar por su parte lo que tan a menudo critican con rigor […] El Evangelio moraliza de forma muy bonita sobre la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio: pero la naturaleza del ojo trae consigo el que vea hacia afuera y no se vea a sí mismo: por eso, para darse cuenta de las propias faltas resulta un medio muy apropiado el notarlas y reprocharlas en los demás. Para mejorarnos necesitamos un espejo. Esta regla vale también para el estilo y el modo de escribir”.
Hago también mías y sólo para mí las palabras del anciano filósofo contemporáneo Emilio Lledó, publicadas en un reciente librito bellamente ilustrado que se titula Necesidad de la literatura (Nørdica libros, 2025):
“Si nos acostumbramos a ser inconformistas con las palabras, acabaremos siendo inconformistas con los hechos. Ambas actitudes son, sin embargo, formas de libertad. Y la libertad no admite conformismo alguno”.
Comentarios a : cartujo81@gmail.com
Artículos anteriores: